Por qué es fundamental mirar el etiquetado de lo que compramos. ADOBE STOCK |
Es imprescindible aprender a leer las etiquetas nutricionales para evitar ser engañados por la publicidad, centrándose en la lista de ingredientes y la tabla de composición nutricional
El etiquetado de productos es el acto de mostrar información sobre el mismo, así que las etiquetas que vemos en los envases muestran detalles importantes que los clientes debemos conocer. Sin embargo, algunas personas confunden el etiquetado con el embalaje y eso no está bien.
El embalaje del producto se emplea para llamar la atención del consumidor. Ahí es donde vemos el logotipo de la marca, sus colores, la forma del paquete... y aunque eso es lo primero que entra por los ojos, lo realmente importante se encuentra en el etiquetado, que se centra en ofrecer la parte informativa de lo que pensamos comer: si lleva o no azúcares, cuántas calorías aporta, si se ha hecho con aceite de oliva o aceite de girasol...
En los últimos años, la popularidad de los productos saludables ha aumentado significativamente. De hecho, la demanda creciente de alimentos que se autodenominan «saludables», «naturales» y versiones «sanas» de productos tradicionales es evidente en los pasillos de los supermercados. Este fenómeno refleja un cambio positivo en la actitud de los consumidores que cada vez más valoran su salud y reconocen la importancia de una buena nutrición.
Esta tendencia denota aspectos positivos que reflejan que «la población está cada vez más interesada en cuidar su salud, lo que se traduce en una mayor búsqueda de información sobre nutrición y un aumento en la compra de alimentos saludables», explica la profesora de nutrición y dietética humana de la Universidad Europea, Andrea Calderón. Sin embargo, también existen aspectos negativos, como «la desinformación, que es un problema significativo, y la industria alimentaria a menudo se aprovecha de esto con etiquetados engañosos». Por ello, es fundamental que «los consumidores aprendan a identificar opciones saludables y adquieran conocimientos sobre la lectura de etiquetas nutricionales para evitar ser engañados por la publicidad», añade la experta.
El etiquetado nutricional y su publicidad son factores clave que contribuyen a la confusión sobre qué productos son realmente saludables. «Aunque el etiquetado puede ser una herramienta valiosa si se utiliza correctamente, muchos consumidores no saben interpretar la lista de ingredientes y la tabla de composición nutricional», señala Andrea Calderón. En este sentido, la docente asegura que cada vez hay una mayor tendencia a etiquetar productos como «naturales», «vegano», «orgánico», «biológico» o «ecológico» y muchos de ellos, son conceptos que la población no sabe realmente lo que son.
Creen que siempre implica ser más saludable cuando un producto, por ejemplo, es vegano. Sin embargo, no tiene por qué ser más saludable que su homólogo, que incluya carne o algún alimento animal. «Hay veces que sí, pero otras veces los fiambres veganos son una mezcla de harinas que apenas llevan proteína y que solo son ultra procesados con aceite y harinas refinados, con lo cual por ser vegano o ser eco orgánico, no necesariamente tiene que ser más saludable».
La experta de la Universidad Europea hace hincapié en la creencia que existe sobre la comida ecológica, biológica u orgánica que «muchos consideran más saludable cuando realmente solo habla del método de producción y de ciertos aspectos o productos químicos que se han tenido en cuenta, bien en su cultivo o la alimentación del pienso animal, pero que nada tiene que ver con la calidad nutricional del producto, al igual que cualquier tipo de etiquetado que califican como vegano, fresco o natural, tampoco».
En este sentido, la profesora Calderón señala que «el hecho de que simplemente ciertos conceptos de nutrición se hayan considerado cada vez como más saludables, la industria lo va aprovechando», por ejemplo, si estamos en el 'boom' de que el aceite de palma es el peor aceite que hay, pues los mismos productos de toda la vida como cacao de untar, ahora se vende sin aceite de palma; cuando es el azúcar el que está demonizado, se hacen más productos sin azúcar añadido; pero en cambio cuando son los edulcorantes los más criticados, se hacen productos que aclaran que no llevan aditivos o edulcorantes, aprovechando un poco la tendencia de nutrición para adaptar el etiquetado. Hasta el punto de que hay productos que ahora la publicidad destaca que son sin gluten, cuando eso no significa nada positivo o ponen bien grande que es natural cuando realmente hay un vacío y no hay una explicación de que ese producto de verdad sea natural. Aprovechan ciertos reclamos para incluirlo en la etiqueta».
La profesora también se ha referido a «la moda» de no consumir lactosa o gluten por pensar que no son buenos: «La gente cada vez acude más a productos sin alérgenos, sobre todo sin gluten, por ejemplo, creyendo que es mejor para su salud o que le adelgaza, cuando realmente ni una cosa ni la otra, no tiene ningún sentido que lo tomen y de hecho les va a encarecer mucho la cesta de la compra». Por ello, recomienda «aprender a leer las etiquetas nutricionales, centrándose en la lista de ingredientes y la tabla de composición nutricional». Asimismo, la docente señala que «la publicidad no engaña como tal, porque lo que hace es que confunde o aprovecha vacíos legales».
Lo primero que encontramos en una etiqueta es el contenido energético en calorías y kilojulios. Después las grasas totales y, dentro de estas, tendremos el detalle de las grasas saturadas. «Estas deben estar en la menor cantidad posible para proteger nuestra salud», indica Laura Isabel Arranz, doctora en nutrición, farmacéutica y dietista-nutricionista. A continuación, estarán los hidratos de carbono y dentro de ellos encontraremos siempre los azúcares (se contabilizan todos, los añadidos y los presentes de forma natural). También, encontraremos la información relativa a la cantidad de proteínas y sal que tiene el producto. «En cuanto a la sal, conviene decir que es como en el caso de los azúcares, se cuenta tanto la añadida como la naturalmente presente en el alimento en forma de sodio», añade.
«Si vemos azúcar en los primeros puestos, el producto tiene bastante azúcar añadido respecto al resto de ingredientes que vienen después», explica y pone como ejemplo una crema de almendras. Si al mirar sus ingredientes, antes que las almendras aparece el azúcar, quiere decir que este es su ingrediente principal. Otro factor a tener en cuenta es cuando un ingrediente lleva indicado un porcentaje. Continúa la profesional con un ejemplo práctico: «Si la crema de almendras tienen, junto a «almendras», indicado un 40%, eso querrá decir que tiene más de ese porcentaje de azúcar, pues aparecía antes». «Por todo esto, el orden y los porcentajes de algunos ingredientes pueden guiarnos a la hora de comprar», indica.
La importancia de saber leer las etiquetas
El etiquetado nutricional y su publicidad son factores clave que contribuyen a la confusión sobre qué productos son realmente saludables. «Aunque el etiquetado puede ser una herramienta valiosa si se utiliza correctamente, muchos consumidores no saben interpretar la lista de ingredientes y la tabla de composición nutricional», señala Andrea Calderón. En este sentido, la docente asegura que cada vez hay una mayor tendencia a etiquetar productos como «naturales», «vegano», «orgánico», «biológico» o «ecológico» y muchos de ellos, son conceptos que la población no sabe realmente lo que son.
Creen que siempre implica ser más saludable cuando un producto, por ejemplo, es vegano. Sin embargo, no tiene por qué ser más saludable que su homólogo, que incluya carne o algún alimento animal. «Hay veces que sí, pero otras veces los fiambres veganos son una mezcla de harinas que apenas llevan proteína y que solo son ultra procesados con aceite y harinas refinados, con lo cual por ser vegano o ser eco orgánico, no necesariamente tiene que ser más saludable».
Cómo no dejarse engañar
La experta de la Universidad Europea hace hincapié en la creencia que existe sobre la comida ecológica, biológica u orgánica que «muchos consideran más saludable cuando realmente solo habla del método de producción y de ciertos aspectos o productos químicos que se han tenido en cuenta, bien en su cultivo o la alimentación del pienso animal, pero que nada tiene que ver con la calidad nutricional del producto, al igual que cualquier tipo de etiquetado que califican como vegano, fresco o natural, tampoco».
En este sentido, la profesora Calderón señala que «el hecho de que simplemente ciertos conceptos de nutrición se hayan considerado cada vez como más saludables, la industria lo va aprovechando», por ejemplo, si estamos en el 'boom' de que el aceite de palma es el peor aceite que hay, pues los mismos productos de toda la vida como cacao de untar, ahora se vende sin aceite de palma; cuando es el azúcar el que está demonizado, se hacen más productos sin azúcar añadido; pero en cambio cuando son los edulcorantes los más criticados, se hacen productos que aclaran que no llevan aditivos o edulcorantes, aprovechando un poco la tendencia de nutrición para adaptar el etiquetado. Hasta el punto de que hay productos que ahora la publicidad destaca que son sin gluten, cuando eso no significa nada positivo o ponen bien grande que es natural cuando realmente hay un vacío y no hay una explicación de que ese producto de verdad sea natural. Aprovechan ciertos reclamos para incluirlo en la etiqueta».
La profesora también se ha referido a «la moda» de no consumir lactosa o gluten por pensar que no son buenos: «La gente cada vez acude más a productos sin alérgenos, sobre todo sin gluten, por ejemplo, creyendo que es mejor para su salud o que le adelgaza, cuando realmente ni una cosa ni la otra, no tiene ningún sentido que lo tomen y de hecho les va a encarecer mucho la cesta de la compra». Por ello, recomienda «aprender a leer las etiquetas nutricionales, centrándose en la lista de ingredientes y la tabla de composición nutricional». Asimismo, la docente señala que «la publicidad no engaña como tal, porque lo que hace es que confunde o aprovecha vacíos legales».
Así se lee una etiqueta nutricional
Lo primero que encontramos en una etiqueta es el contenido energético en calorías y kilojulios. Después las grasas totales y, dentro de estas, tendremos el detalle de las grasas saturadas. «Estas deben estar en la menor cantidad posible para proteger nuestra salud», indica Laura Isabel Arranz, doctora en nutrición, farmacéutica y dietista-nutricionista. A continuación, estarán los hidratos de carbono y dentro de ellos encontraremos siempre los azúcares (se contabilizan todos, los añadidos y los presentes de forma natural). También, encontraremos la información relativa a la cantidad de proteínas y sal que tiene el producto. «En cuanto a la sal, conviene decir que es como en el caso de los azúcares, se cuenta tanto la añadida como la naturalmente presente en el alimento en forma de sodio», añade.
«Si vemos azúcar en los primeros puestos, el producto tiene bastante azúcar añadido respecto al resto de ingredientes que vienen después», explica y pone como ejemplo una crema de almendras. Si al mirar sus ingredientes, antes que las almendras aparece el azúcar, quiere decir que este es su ingrediente principal. Otro factor a tener en cuenta es cuando un ingrediente lleva indicado un porcentaje. Continúa la profesional con un ejemplo práctico: «Si la crema de almendras tienen, junto a «almendras», indicado un 40%, eso querrá decir que tiene más de ese porcentaje de azúcar, pues aparecía antes». «Por todo esto, el orden y los porcentajes de algunos ingredientes pueden guiarnos a la hora de comprar», indica.
MELISSA GONZÁLEZ
Fuente: abc
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