Hay muchos mitos sobre el vino rosado y justo por esta especie de leyendas mucha gente prefiere no beberlo. Aquí te decimos las verdades y mentiras sobre esta bebida
Uno de los muchos mitos en torno al mundo de los vinos, es que los rosados resultan de la mezcla de un vino blanco con un vino tinto. En realidad, el proceso de elaboración de un rosado es mucho más complicado que esta sencilla combinación.
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Para poder explicar los vinos rosados, vamos a hablar brevemente de una característica de los vinos tintos: estos adquieren su color de la piel o cascarilla de la uva (llamada también hollejo). Al remojo de las cascarillas u hollejos, se le denomina maceración. Los vinos tintos duran alrededor de dos semanas en maceración con los hollejos de la uva, mientras que los vinos rosados, sólo permanecen unas cuantas horas (36 a 48 generalmente, dependiendo del enólogo o productor).
Un vino rosado se elabora de manera muy similar a un tinto, obteniendo su color a partir de los hollejos o cascarillas de las uvas, pero con menos horas de contacto o maceración con estas pieles. Una de las grandes destrezas del enólogo o elaborador del vino, es mantener la constancia del color, año tras año.
Aunque sí existen bodegas que mezclan los vinos blancos con los tintos para obtener un rosado, son muy pocas las regiones que lo tienen autorizado dentro de su reglamento de la Denominación de Origen.
En México necesitamos valorar más los vinos rosados, particularmente porque tienen buena armonía o maridaje con muchos de nuestros platillos típicos, en especial con los que son picantes, como la cochinita pibil, los taquitos al pastor y los chiles en nogada.
Fuente: vidayestilo.terra.com.co
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