Amantes de la buena mesa. El Greco era de los que disfrutan comiendo y Cervantes escribía con argot culinario. Ayer, el profesor Antonio Illán abordó la vida y obra de estos dos personajes en sus entornos gastronómicos
Un paseo por el Siglo de Oro y la literatura de Miguel de Cervantes con la obra de Doménikos Theotokópoulos como telón de fondo. La Capital Española de la Gastronomía ha propiciado que el arte de los fogones se analice y estudie no solo en las escuelas de hostelería. Museos como el del Greco e instituciones como la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas han programado una serie de conferencias con lo culinario como protagonista.
Antonio Illán, catedrático de Enseñanza Secundaria de Lengua castellana y Literatura, compartió una agradable charla sobre estos personajes y la gastronomía como elemento literario en el Quijote. Para el profesor y poeta, Cervantes no recurría a platos y guisos en sentido real, sino figurado, y en la mayoría de ocasiones para hacer comparaciones.
Por todos es conocido que al Greco le gustaba la buena cocina, y si era con música mucho mejor, mientras que Cervantes conocía qué comer, y muestra de ello es que en la mayoría de capítulos del Quijote escribe de comida citando el mazapán, los duelos y quebrantos, e incluso los roscas de Utrera que hoy se pueden disfrutar en municipios como Villafranca de los Caballeros.
«Cervantes hace literatura con elementos gastronómicos, no como cocinero», comenta Illán antes de repasar capítulos y anécdotas de Don Quijote y Sancho con mantel y mesa, como los duelos y quebrantos, el plato tradicional de la cocina manchega cuyos ingredientes principales son huevo,
chorizo y tocino preparado en la sartén. «Cervantes lo utiliza para hacer literatura, para mostrarse y dar una pista de su condición de converso, en definitiva, duelos y quebrantos es llegar al duelo por quebrantar la ley», explica.
Como esta puntualización en la literatura cervantina existe mil. «El autor hace comer lentejas a Don Quijote cuando este plato se asociaba a los brotes de locura», comenta Illán para recordar que según Cervantes Dulcinea olía a queso y a Sancho le intenta convencer para que coma suplicaciones, es decir, barquillos rellenos.
«Cervantes no escribe en el Quijote un tratado de gastronomía, usa la cocina popular con motivos literarios», añade el especialista en literatura y lengua castellana que ayer regresaba al Museo del Greco para participar en las iniciativas culturales programadas por la dirección del centro.
J. Guayerbas
Fuente: La Tribuna de Toledo
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