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Nuestro winelover nos cuenta su experiencia al beber vino sin alcohol y por qué la cerveza sin sigue siendo cerveza.
Con la pregunta que pone título a este artículo me despacha, en la asignación mensual de temas, mi abyecto jefe.
Por lo tanto, por si queréis ya dejar de leer, no es que ya hoy no salga el Ferrari (o sea yo) de paseo, es que hasta voy a escribir sobre cerveza. Horrible. Lo sé.
Hoy mi versión Dacia Sandero se basta -y sobra- para abordar la temática propuesta. Eso sí, tengo que invocar la opinión de una “cervezóloga” sin parangón, porque yo, ya sabéis, que de este fermentado de cereales tan engordante no tengo mucha idea a no ser que sean belgas o caras o todo junto.
Pero mi amiga Vicky di Pau (en IG @vickydipau. Seguidla que regala gorras y camisetas) es experta en esta bebida para tiesos y adolescentes. Supongo que con el tiempo madurará y se vendrá al wineloverismo, pero, mientras llega ese inevitable momento, a ella que me he dirigido para preguntarle por su docto parecer.
En primer lugar, cuestiono a Vicky (es que me gusta empezar por lo más básico) si la cerveza sin alcohol es cerveza.
Y esto me dice con acento argentino, porque creo que es argentina, aunque conozco a gente que finge este deje para resultar más interesante: “Sí, es cerveza, ya que para elaborarla se necesitan los cuatro ingredientes básicos: agua, cebada malteada, lúpulo y levadura. Pasando por los mismos procesos que una cerveza con alcohol, solo que luego, a posteriori, intervienen otras técnicas para eliminar ese alcohol. O sea, que desde un punto de vista técnico sí es cerveza”.
Yo esto, va en serio, con la cerveza no lo tenía del todo claro. Hay bebidas sin alcohol que emulan a otras con alcohol a través de otras técnicas que ofrecen una imitación de sabor y color, pero que nunca tuvieron alcohol (en los falsos licores de frutas se da esta circunstancia).
Los vinos sin alcohol que he tenido el infortunio de probar sí se basan en la praxis expuesta por Vicky, es decir, fueron vino alcohólico y a través de satanismos varios se procede a su eliminación y listo.
En mi caso, con esta técnica, he probado dos de la zona de la Ribera del Duero: uno blanco y otro tinto. Ambos un desastre.
En el fermentado de uva el alcohol es uno de sus pilares, hasta tal punto que los vinos de clase lo son, entre otras cosas, por cómo consiguen que el alcohol se integre en el líquido sirviendo de autopista aromática de su espectro organoléptico.
No es una cuestión menor o adyacente, es que cimenta la estructura del propio vino.
Pues al menos en los dos que he catado -e insisto en que solo han sido dos (de diferentes bodegas, eso sí)- esto lo parecen sustituir con un dulzor saturante que hace que la muerte no parezca algo tan malo. Es puro empalago sin contenido. Lo dicho, una misa negra del disfrute sensorial. La obra de un psicópata. Suicidante.
No los recomiendo. Otra cosa es que no podáis beber alcohol o no queráis. Pero yo creo que hay alternativas más placenteras como, por ejemplo, el agua.
El agua de grifo almeriense, el peor que conozco, es mejor que estos engendros.
Pero volviendo a la cerveza, ahora es el turno de nuestra, supuestamente argentina, beerlover favorita para que nos cuente si tiene la misma opinión que yo con el vino. Ahí va:
“Sinceramente, del mercado español sin alcohol no he probado mucho, por lo que de ellas prefiero no pronunciarme (como si hiciera falta beber algo para criticarlo). La que sí me parece muy buena, y he tomado bastante, es la de Heineken. La verdad que me gusta mucho.”
Salta la sorpresa en Esquire, esquirers. Y es que no sé si sabéis que la cerveza más denostada por la comunidad winelover, con o sin razón, es Heineken. Muchos pensarían que es Cruzcampo o San Miguel (ojo, que yo soy fan de la San Miguel). Pues no, es Heineken.
Eso sí, Vicky se refiere a la sin alcohol que, casualidad cósmica mediante, es la única cerveza sin alcohol que he probado dado que una vez apareció en mi nevera (esto de que aparecieran bebidas en mi frigorífico pasaba mucho cuando vivía solo). En plan bolsillo de Doraemon, además.
Y voy a dar la razón a Vicky. Me gustó. Dentro de lo que a mí, un Bösendorfer de la técnica de degustación, me puede agradar esta bebida menor.
Por lo tanto, respondiendo a la pregunta de mi irritante jefe, y conjeturando bastante, es más importante el alcohol en el vino que en la cerveza.
De esta afirmación podéis inferir que su ausencia genera vinos putapénicos pero cervezas a las que sí les puede quedar un punto disfrutable.
Una cerveza sin alcohol tiene un pase que nunca tendrá un vino.
Aún así sigo pensando que, para estas situaciones o estilo de vida, lo mejor que hay es el agua con gas, mucho hielo y un poquito de lima, a no ser que sea Vichy Catalán, que con esa tampoco puedo.
Yo es que me posiciono en todo.
Santiago Rivas
En primer lugar, cuestiono a Vicky (es que me gusta empezar por lo más básico) si la cerveza sin alcohol es cerveza.
Y esto me dice con acento argentino, porque creo que es argentina, aunque conozco a gente que finge este deje para resultar más interesante: “Sí, es cerveza, ya que para elaborarla se necesitan los cuatro ingredientes básicos: agua, cebada malteada, lúpulo y levadura. Pasando por los mismos procesos que una cerveza con alcohol, solo que luego, a posteriori, intervienen otras técnicas para eliminar ese alcohol. O sea, que desde un punto de vista técnico sí es cerveza”.
Yo esto, va en serio, con la cerveza no lo tenía del todo claro. Hay bebidas sin alcohol que emulan a otras con alcohol a través de otras técnicas que ofrecen una imitación de sabor y color, pero que nunca tuvieron alcohol (en los falsos licores de frutas se da esta circunstancia).
Los vinos sin alcohol que he tenido el infortunio de probar sí se basan en la praxis expuesta por Vicky, es decir, fueron vino alcohólico y a través de satanismos varios se procede a su eliminación y listo.
En mi caso, con esta técnica, he probado dos de la zona de la Ribera del Duero: uno blanco y otro tinto. Ambos un desastre.
En el fermentado de uva el alcohol es uno de sus pilares, hasta tal punto que los vinos de clase lo son, entre otras cosas, por cómo consiguen que el alcohol se integre en el líquido sirviendo de autopista aromática de su espectro organoléptico.
No es una cuestión menor o adyacente, es que cimenta la estructura del propio vino.
Pues al menos en los dos que he catado -e insisto en que solo han sido dos (de diferentes bodegas, eso sí)- esto lo parecen sustituir con un dulzor saturante que hace que la muerte no parezca algo tan malo. Es puro empalago sin contenido. Lo dicho, una misa negra del disfrute sensorial. La obra de un psicópata. Suicidante.
No los recomiendo. Otra cosa es que no podáis beber alcohol o no queráis. Pero yo creo que hay alternativas más placenteras como, por ejemplo, el agua.
El agua de grifo almeriense, el peor que conozco, es mejor que estos engendros.
Pero volviendo a la cerveza, ahora es el turno de nuestra, supuestamente argentina, beerlover favorita para que nos cuente si tiene la misma opinión que yo con el vino. Ahí va:
“Sinceramente, del mercado español sin alcohol no he probado mucho, por lo que de ellas prefiero no pronunciarme (como si hiciera falta beber algo para criticarlo). La que sí me parece muy buena, y he tomado bastante, es la de Heineken. La verdad que me gusta mucho.”
Salta la sorpresa en Esquire, esquirers. Y es que no sé si sabéis que la cerveza más denostada por la comunidad winelover, con o sin razón, es Heineken. Muchos pensarían que es Cruzcampo o San Miguel (ojo, que yo soy fan de la San Miguel). Pues no, es Heineken.
Eso sí, Vicky se refiere a la sin alcohol que, casualidad cósmica mediante, es la única cerveza sin alcohol que he probado dado que una vez apareció en mi nevera (esto de que aparecieran bebidas en mi frigorífico pasaba mucho cuando vivía solo). En plan bolsillo de Doraemon, además.
Y voy a dar la razón a Vicky. Me gustó. Dentro de lo que a mí, un Bösendorfer de la técnica de degustación, me puede agradar esta bebida menor.
Por lo tanto, respondiendo a la pregunta de mi irritante jefe, y conjeturando bastante, es más importante el alcohol en el vino que en la cerveza.
De esta afirmación podéis inferir que su ausencia genera vinos putapénicos pero cervezas a las que sí les puede quedar un punto disfrutable.
Una cerveza sin alcohol tiene un pase que nunca tendrá un vino.
Aún así sigo pensando que, para estas situaciones o estilo de vida, lo mejor que hay es el agua con gas, mucho hielo y un poquito de lima, a no ser que sea Vichy Catalán, que con esa tampoco puedo.
Yo es que me posiciono en todo.
Santiago Rivas
Fuente: Esquire
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